No lo hagas a diario. No lo hagas seguido. Sólo de cuando en cuando, cuando la relajación muscular te lo permita y la tranquilidad mental sea propicia. Entonces, haz un verdadero alto en mundo y aléjate de él.
Pero no físicamente, sólo a manera de ejercicio mental, tómate el tiempo para observar meticulosamente la belleza de un cúmulo de personas en -por ejemplo- una cafetería, a las doce del medio día. Ahora Que escribo estas líneas, son las12.11 pm y estoy en una. Me dispongo a recaer en un ritual privado que me gusta realizar desde hace años. Pero es la primera vez que me interrumpo para escribir. Y es que esta vez me provocó compartirlo.
Analizo los comportamientos de esas personas y escucho el ruido indescifrable generado por el conjunto de voces que no distingo.
Es interesante tratar de superponer, indiscretamente, ese ruido en los movimientos labiales de las personas, intentando así interceptar conversaciones ajenas, mientras que le presto atención en los gestos; pero siempre tratando de camuflar mis miradas en escondites oculares estilizados de lunas empavonadas: los “antiroches”.
Trato que no se me escapan las poses, formas y figuras que adoptan los visualizados, los snaks que devoran con la parsimonia propia de quien come por el simple antojo de comer y, los comparo con los hambrientos comensales que lo rodean y diferencio nítidamente la manera de alimentarse.
Las moscas y otros bichos raros, ¡que me distraigan! Les presto atención también y me maravillo con sus radicales movimientos aéreos, envidiados por el más experto piloto de combate.
Esta experiencia la suelo magnificar cuando me ayudo (en estos furtivos escapes) con un par de audífonos que emiten, lo que son para mí los ruidos más tranquilizantes: la trova.
De raro en rato, me descubro ahí sentado solo y empiezo a imaginar qué es lo que los demás pensarán de mí al verme pelucón y sin compañía, escuchando música y tapándome la cara con unos lentes RayBan estilo de “policía de investigaciones”, en medio de tantísimo movimiento, desorden y bulla que me rodea: personas caminando, saludándose unos a otros, comiendo, jugando cartas o simplemente conversando (algunos en voz alta y con risas exageradas)…
Me convierto así, en uno más de los sujetos materia de análisis y yo mismo trato de conjeturar qué cosa hago ahí y en esas circunstancias…
Por lo general, durante la escapatoria, la lectura, la sola compañía y sobre todo la conversación, me estorban. Así que cuando estoy solo, aprovecho y observo la paz en medio de la guerra.
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y tb cuentamelo todo... y exagera!