Ésta es mi “Teoría Económica del Uso Eficiente del Tiempo” (TEUET), con la que explico porque, a veces actúo de cierta manera tan apresurada o porque es que me vuelvo (más) loco si no tengo un reloj a la vista. Y es que todo mi comportamiento gira entorno al uso eficiente del tiempo y básicamente, se sustenta en: (i) un análisis costo-beneficio; (ii) costo de oportunidad y (iii) manejo del riesgo.
1) Uso eficiente del tiempo
Cuando se disfruta de un buen platillo, algunos preferimos dejar el mejor bocado para el final. Del mismo modo, siempre estoy tratando de hacerlo todo “de una vez” y así dejar para el final, lo que más me gusta hacer, que es nada.
Soy un haragán. Más propiamente dicho, un zángano, pues no rehúyo al trabajo, pero sí soy flojo (y me encanta serlo). Y no me da vergüenza reconocer que lo que más me entusiasma hacer, es “nada”. Interrumpido solo por el sonido del televisor al ver una película, el sonido de mi mente al escribir o el sonido de mi guitarra al cantar. Pero siempre, sin salir de caSa… mejor dicho, de caMa, con “M”. Y si interrumpo mi estadía en cama, es solo para ir a correr olas, estar con mi enamorada, con mis amigos. Y si me detengo, es porque tengo que investigar (algo que también me gusta pero que a veces tengo que hacer), como lo hacía cuando tenía el tiempo para ver TV, correr olas, cantar, escribir y andar con los amigos; hasta que el trabajo se comenzó a inmiscuir en mis planes de oscio. Fue ahí cuando comencé a desarrollar esta idea: la del “último bocado de tiempo”.
Hay cosas que tenemos que hacer de todas maneras durante nuestras vidas. Muchas de ellas no nos gustarán. Son costos en los que de todas formas vamos a tener que incurrir. El truco está en enfrentar esta realidad, internalizando dichos costos y buscando la manera de conseguir que los beneficios sean superiores.
¿Cómo? Primero, reduciéndolos hasta donde más se pueda (me refiero a estos costos de los que no podemos escapar). Y segundo, maximizando la utilidad.
Hay cosas que tenemos que hacer de todas maneras durante nuestras vidas. Muchas de ellas no nos gustarán. Son costos en los que de todas formas vamos a tener que incurrir. El truco está en enfrentar esta realidad, internalizando dichos costos y buscando la manera de conseguir que los beneficios sean superiores.
¿Cómo? Primero, reduciéndolos hasta donde más se pueda (me refiero a estos costos de los que no podemos escapar). Y segundo, maximizando la utilidad.
Esto se consigue disponiendo nuestras AGENDAS de tal modo que permita cumplir primero con lo que menos me gusta hacer (no procrastinándolas) dejando para el final “el bocado más delicioso”. No hay nada peor, que tener que dejar de hacer algo que nos gusta para comenzar a hacer algo que nos disgusta. La verdad, yo prefiero terminar primero de hacer lo que me disgusta, para nunca más tener que hacerlo nuevamente.
Anoto que el costo se ve sustancialmente reducido si es que uno lo asume de buena gana (como un constante niño reilón). Al ser menos molestos, algunos costos pueden llegar a convertirse en ganancia. Por ejemplo: a mí me gusta la investigación, y a su vez, investigar es un costo que tengo que asumir si luego quiero tener alguna idea clara. Entonces, cuando investigo, estoy invirtiendo pero a la vez disfrutando.
Mi sueño es que cuando el tiempo total disponible en mi vida, esté a punto de terminar, y yo –un abuelito cualquiera- mire hacia atrás para evaluar el total del ejercicio, pueda estar tranquilo que he hecho lo que tenía que hacer para gozar de una buena vida y no entrar a ejercicios de ucronía. Mi presencia física en la tierra la cierro con las cuentas en azul: “Y ahí te voy a buscar Dios, gran accionista de nuestra existencia”.
2) Alto riesgo, alta rentabilidad
Esta es una regla económica que se aplica a casi todos (por no decir a todos) los aspectos de nuestra existencia (no solo a nivel económico) y la TEUET no es la excepción, pues debo reconocer que importa cierto nivel de riesgo ya que nadie tiene la vida comprada. Dios no quiera, hoy o mañana, algo podría surgir un imprevisto que me impida llegar a ser “un abuelito cualquiera”. Y mi “negocio” se vería truncado durante mi inversión en los costos y sin haber visto utilidad alguna. ¡Fracaso total!
Esta es una regla económica que se aplica a casi todos (por no decir a todos) los aspectos de nuestra existencia (no solo a nivel económico) y la TEUET no es la excepción, pues debo reconocer que importa cierto nivel de riesgo ya que nadie tiene la vida comprada. Dios no quiera, hoy o mañana, algo podría surgir un imprevisto que me impida llegar a ser “un abuelito cualquiera”. Y mi “negocio” se vería truncado durante mi inversión en los costos y sin haber visto utilidad alguna. ¡Fracaso total!
Por eso -supongo-, algunos prefieren disfrutar de la vida hoy. Empero, no se dan cuenta que al usar el tiempo únicamente en diversión (utilidad), están dejando la inversión en costos para el final (costos que se pueden traducir o manifestar de diversas maneras). En realidad, lo que están haciendo es “obtener un crédito” para despilfarrar el dinero prestado. Pero al final, la vida les pasará la factura. Seguramente, no a todos y algunos pocos lograrán pasar del “prestamista”. Pero la mayoría tendrá que saldar sus cuentas. Una vez más la regla se cumple: el altísimo riesgo asumido por esa minoría que pudo vivir de la utilidad desde siempre hasta el final, produjo una rentabilidad muy alta; pero la mayoría caerá en desgracia. Si se asume un riesgo en libertad, sus consecuencias deben ser también asumidas (no olvidemos que la libertad es la inseparable pareja de la responsabilidad).
En cambio, yo prefiero asumir una inversión más segura (por lo tanto, no tan rentable) pero tampoco demasiado conservadora (y por ende no tan austera en cuanto a los beneficios).
La idea es ir acumulando costos para el principio del tiempo disponible. Si mi vida se trunca en el camino, no habré podido disfrutar de la utilidad calculada, sino una menor de conformidad según lo que mi agenda disponga. Ese es el riesgo. Pero, si nada en el camino me impide llegar a una edad avanzada, el “abuelito cualquiera” que llegue a ser, será uno opulento (no necesariamente en términos monetarios, aunque sería bueno que así lo sea), con una vida plena, feliz: esa es la rentabilidad.
3) Una agenda disciplinada pero flexible
En cambio, yo prefiero asumir una inversión más segura (por lo tanto, no tan rentable) pero tampoco demasiado conservadora (y por ende no tan austera en cuanto a los beneficios).
La idea es ir acumulando costos para el principio del tiempo disponible. Si mi vida se trunca en el camino, no habré podido disfrutar de la utilidad calculada, sino una menor de conformidad según lo que mi agenda disponga. Ese es el riesgo. Pero, si nada en el camino me impide llegar a una edad avanzada, el “abuelito cualquiera” que llegue a ser, será uno opulento (no necesariamente en términos monetarios, aunque sería bueno que así lo sea), con una vida plena, feliz: esa es la rentabilidad.
3) Una agenda disciplinada pero flexible
Para que la TEUET funcione, el diseño de nuestras agendas, debe considerar dos principios que aunque parecen contradictorios, son en realidad complementarios: disciplina y flexibilidad.
Disciplina para estructurar concienzudamente la agenda y cumplir sistemáticamente con ella. Nadie nos controla, así que solo va a depender de nosotros que los costos sean asumidos cuando así se haya planeado (la siembra y cultivo), dejando la “cosecha” solo cuando corresponda.
El cumplimiento de la agenda es un compromiso personal que se debe procurar no transgredir. El tener presente que estamos invirtiendo en costos ineludibles para luego obtener la máxima rentabilidad con una pérdida mínima, es la idea fuerza que –de estar siempre presente- nos puede ayudar a no perder el norte en esta tarea que exige perseverancia.
Pero esta disciplina, debe admitir la posibilidad de adecuarse a las nuevas realidades que la vida exige. Es posible que durante el transcurso del tiempo disponible (vida), surjan situaciones no previstas que hagan necesaria una revisión de la agenda. Nuevas prioridades pueden ir apareciendo (costos) y requieren ser atendidas (con la menor pérdida posible). Si esto sucede, se debe estar presto a adecuar nuestras agendas a dichos contextos contemporáneos.
4) El tiempo como Recurso
No hay que perder de vista que la TEUET gira entorno a un mismo recurso (nuestro propio tiempo disponible) que es ESCASO, pues tiene una duración finita, en tanto acaba cuando termina la vida. Y lo que es más delicado: es un recurso que si no se aprovecha en su momento, se pierde y que, a diferencia de otros bienes, el tiempo propio no se puede transferir (o uno mismo lo usa, o no lo usa y se pierde). Un minuto mal utilizado o inutilizado, incrementa los costos en nuestra existencia. Un minuto bien utilizado, redunda en beneficios (utilidad).
Ojo: tampoco se vaya a confundir el concepto de “tiempo mal utilizado” con un “resultado no deseado”.
5) El círculo virtuoso de la puntualidad
Consecuencia de lo anterior, es que uno termina siendo puntual. Empezar una hora más tarde, implica perder una hora de utilidad. Y del mismo modo, uno comienza a exigir puntualidad. Si la cita es a la 1.00 p.m., comenzar a las 1.30 p.m. importa haber perdido media hora sin hacer nada (solo esperando al impuntual). En esa media hora, bien pudo aprovecharse mejor, “costeando”.
Pero como vivimos en Perú y los relojes de todos marcan distintas horas, he visto la manera de reducir ese riesgo, y siempre llevo una lectura productiva conmigo para esos momentos de espera, en que el que llega tarde, me da la oportunidad de investigar algo de lo que pueda aplicar o sacar provecho.
Cuando alguien que aplica la TEUET en su vida diaria toma consciencia de lo anterior, comienza el círculo virtuoso de la puntualidad, respetando el tiempo ajeno y cumpliendo con los horarios prometidos.
6) Pero también quiero descansar… finalmente, ¡me encanta zanganear!
Nada en la TEUET impide momentos de distracción. En el diseño de la agenda se debe permitir espacios para el ocio (productivo o improductivo, eso dependerá del análisis costo-beneficio de cada momento particular, que varía de persona en persona). Estos “respiros” no deben ser vistos como tiempo inutilizado o en todo caso mal utilizado. Más bien constituyen un cargador de baterías. Saber dosificar el descanso entre el tiempo destinado a la inversión en costos, permite aumentar la productividad a largo plazo, pues siempre te mantiene fresco evitando caer en un desgaste imparable que solo genera que la producción sea cada vez menor.
Por otro lado, estos injertos de “tiempo libre” durante los plazos correspondientes a la inversión en costos, también sirven para diluir el riesgo anteriormente expuesto. Dicho de otro modo, funge de “dosificador de riesgos”. Tener una vida dedicada exclusivamente a invertir en costos para luego disfrutar de los beneficios, podría generar (además del cansancio antes indicado lo que a su vez dificulta la perseverancia… la disciplina) una primera parte de la vida infeliz. Una situación que contradice toda la TEUET, que lo que busca es justamente lo contrario: alcanzar la felicidad.
Entonces, también hay que tener espacios para la diversión. Así, el riesgo de haber invertido solo en costos, se convierte en el riesgo de haber invertido mayoritariamente en costos, que en definitiva es un riesgo menor.