lunes, octubre 11, 2010

A´tocj Jahuamusiani

La gente de la capital anda muy de prisa. Si me quedo quieto y mirando al vacío, soy presa fácil de cualquier depredador citadino.
El tren de la vida es muy veloz y no se detiene nunca. Desde adentro, veo pasar efímeros paisajes frente a mí, y no distingo ninguno. El vértigo de la velocidad me hace sentir estar a punto de descarrilarme. Quisiera que el tren se malogre, que se detenga, para así poder bajar y caminar tranquilo por los alrededores.
En un sagrado valle, me siento frente a un inmenso Apu coloreado por andenes, sembríos, construcciones de piedra ruinosas, vegetación silvestre, el Sol que lo ilumina todo y en todo hay sombras que lo matizan. Al pie, un río que baña sus faldas, un altivo cóndor me mira desde arriba y el arco iris corona semejante regalo de la naturaleza.
Las páginas de mi vida, que he escrito hasta hoy, quiero que se conviertan en texto de historia. Un nuevo ser nace en mí justo a tiempo, en esta tierra del ich’u y la papa.
Cae frente a mí, el atardecer y la noche me abriga intempestivamente. No quiero que se repare el tren. Por suerte no hace demasiado frío, así que me recuesto pacíficamente sobre mi espalda. La luna no está llena, pero su lado oscuro ilumina lo suficiente. Y, tendido debajo de tantas estrellas, solo miro e intento escuchar el sonido de mi corazón y del universo cósmico. Soy ahora, mi propia constelación. Ya no hay necesidad de ir afuera cuando llueve. Ya no tengo más apuros

2 comentarios:

  1. Alfre, qué paz siento en tu corazón....Carla

    ResponderEliminar
  2. Oye chulapi al parecer te acercaste un poco a tu propio yo, debe ser maravilloso estar por alla, ya tendre oportunidad. La descripción de tu experiencia es muy parecida a la que se enitende por filosofia masónica, a excepción que te olvidaste de mencionar al gran arquitecto del universo. Un abrazo

    ResponderEliminar

y tb cuentamelo todo... y exagera!