jueves, noviembre 12, 2020

DOS GOLPES DE ESTADO POPULISTAS Y UN ¿GOLPE DE ESTADO? IMPOPULAR

Una garantía de libertad frente al Estado

Y un buen día las personas se declararon libres. Se organizaron y voluntariamente decidieron ceder una parte de esa libertad a favor de unos pocos que ahora llamamos gobernantes. Pero ¿cómo impedir el abuso del poder por parte de esos gobernantes? ¿Cómo evitar perder esa libertad que se ha ganado? ¡Fácil! El pueblo condiciona el ejercicio del poder a los límites que ellos mismos establecen en las leyes.

La ley de más alto rango es la Constitución que, se supone, plasma la voluntad del pueblo respecto de asuntos tan delicados como el reconocimiento de los derechos fundamentales o la organización del Estado y su forma de gobierno. Pero como la Constitución no puede agotar todos los temas, el pueblo, representado por los congresistas que ellos mismos eligen, emiten otras leyes que trazan los límites al ejercicio del poder.

Así, nada de que no esté claramente establecido en la Constitución o en una ley, puede ser ejecutado por los gobernantes. En términos simples: “papelito manda”. Solo así se puede garantizar la libertad del pueblo. Este es el «principio de juridicidad» (impropiamente llamado, «principio de legalidad»).

Y mientras los gobernantes encuentran estos límites impuestos por el pueblo, los ciudadanos gozamos de la más amplia libertad posible bajo la conocida regla “nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda, ni impedido de hacer lo que ella no prohíbe”.

Vizcarra y su golpe de Estado populista

Busque en la Constitución la expresión “denegatoria fáctica de confianza”. No la va a encontrar. Fin de la discusión. Y, como ya dijimos, si no está no se puede disolver el Congreso. Punto, no hay más que discutir. Pero Vizcarra (acostumbrado, desde su presidencia Regional, a hacer política en la zona gris de la ley, pero con el respaldo del pueblo) lo disolvió el 30 de septiembre de 2019 luego de hacer «cuestión de confianza» sobre el proceso de selección de candidatos del Tribunal Constitucional (TC), decisión que es de exclusiva competencia del Poder Legislativo. Para Vizcarra (y para muchos de nosotros) el proceso de selección no era transparente y no garantizaba la división de poderes.

Muy probablemente, el Congreso que disolvió Vizcarra fue uno de los más repudiados por una aparente generalidad. Decimos “aparente” porque los medios de comunicación y las redes sociales parecían ser claros en mostrar su disconformidad con cualquier acción que realizara algún fujimorista. Incluso las pocas veces que se trataron de hacer las cosas bien (porque, valgan verdades, en la mayoría de los casos se cometieron excesos), las críticas más rabiosas fluían como cataratas. Vivíamos (y vivimos) la crítica por la crítica misma. La intolerancia sin medida para otros, pero exigimos tolerancia para nosotros. Somos partidarios de la “democracia” del “anti” que es una corrupción de la democracia propiamente dicha, pues no se votamos por nuestras preferencias sino en contra de nuestros adversarios.

Sin embargo, esa confrontación contra el Congreso empezó desde el mismo momento en que cada uno de esos congresistas ganaron una curul a través del voto popular. Y quienes lo criticaban (con o sin razón) eran votantes que habían perdido en las elecciones. Con lo cual quedan dudas respecto de lo que la generalidad realmente quería, aunque no quedan dudas respecto de lo que se percibe como una generalidad.

De cualquier modo, lo cierto es que cuando Vizcarra disuelve el Congreso, esa aparente generalidad festejó porque se había derrocado un Congreso fujimorista, autoritario y obstaculizador, lleno de personajes siniestros y corruptos, incluso muchos de ellos vinculados al narcotráfico y etc., etc. etc. Probablemente, muchas de estas acusaciones tengan fundamento, pero, aunque no nos guste, eran representantes que ganaron su curul con el voto popular y en democracia eso es sagrado. Por lo menos, en una democracia de verdad (que nunca caló a profundidad en el ciudadano peruano, dicho sea de paso).

Era el momento para que el TC declarara la inconstitucionalidad de la disolución del Congreso. Pero había un problema: el populismo ha venido contaminando el derecho desde hace varios años (por ejemplo, con las llamadas regulación por coyuntura). Por no quedar mal con la opinión pública, cuatro Magistrados del máximo intérprete de la Constitución, Marianela Ledesma, Carlos Ramos, Eloy Espinosa-Saldaña y Manuel Miranda, reemplazaron la garantía de libertad por su propio baño de popularidad. O sea, traicionaron al pueblo (sobre cómo el TC transformó un golpista en Presidente de la República, pese al voto en contra de tres juristas garantes de la libertad [Sardón, Blume, Ferrero Costa], véase nuestro post aquí).

Pese a ello, los magistrados eran conscientes del peligro que representaba validar un golpe de Estado con estas características. Y es que por más aplaudido que sea hoy, mañana podría ser utilizado para disolver a un Congreso que goce de aprobación popular o, peor aún, que la disolución se realice para concentrar el Poder en el Presidente de la República en forma ilegítima.

Por eso a lo largo de sus 84 páginas, la Sentencia TC delineó tres reglas que impiden la presentación de una «cuestión de confianza». Una de esas reglas es que la cuestión de confianza no puede estar relacionada “con el condicionamiento del sentido de alguna decisión” que sea competencia exclusiva de otro órgano estatal. Según el expresidente del TC, Oscar Urviola, “los magistrados debieron ser consecuentes con este fundamento, pues ‘precisamente es la situación que se presentó en la cuestión de confianza [planteada por el Ejecutivo] y que dio a lugar a la negativa fáctica, y que, por ende, resulta inconstitucional’ (Diario «El Comercio» 25 de enero 2020). En buen y simple castellano: si el TC hubiera aplicado esta misma regla al caso Vizcarra (que era el que estaba resolviendo cuando desarrollo la regla) hubiera declarado inconstitucional la disolución del Congreso en lugar de validarlo en tan vergonzoso (y contradictorio) pronunciamiento. El pueblo quedó satisfecho y celebró la Sentencia del TC. Esto es normal si se considera que el parámetro de juzgamiento no era la Constitución, sino la percepción general.

Merino y su ¿golpe de Estado? impopular

Disuelto el Congreso fujimorista y convalidado el golpe de Estado de Vizcarra elegimos nuevos Congresistas. Algo que no se atreven a decir muchos (porque no es políticamente correcto) es que los nuevos 130 representantes del pueblo hacen que algunos extrañemos a los parlamentarios predecesores. Le tomó solo dos meses al nuevo Congreso para demostrar que es el peor parlamento de toda nuestra historia republicana. Su poco respeto por la Constitución queda plasmado en una excesiva cantidad de proyectos de ley que desconocen flagrantemente el Régimen Constitucional Económico; y, el paupérrimo nivel de instrucción de la mayoría de sus integrantes contrasta con los intereses políticos relacionados a la reforma educativa, que no esconde otra cosa que el interés empresarial de algunos dueños de universidades incómodos con la Sunedu (entidad que, por otro lado, padece sus propios vicios: porque en el Perú si hay algo democratizado es la podredumbre y donde se apriete sale pus).

De pronto explota el caso Richard Swing y se involucra no solo a personas del círculo más cercano de Vizcarra sino incluso a él mismo. Todo está en investigación como se investigan también a 68 de los actuales congresistas. Incluso hay un sentenciado (el congresista Humberto Acuña) a tres años de pena privativa de la libertad suspendida por el delito de cohecho activo genérico (coloquialmente: coimero) en condición de cómplice[1]. Pero eso no importa, el objetivo es tomar el poder y a 7 meses de las elecciones presidenciales y 10 meses del cambio de gobierno, se promueve un primer intento de vacancia presidencial por «permanente incapacidad moral».

Vizcarra se defiende y el 18 de septiembre de 2020 acude a sus aliados en el TC para presentar una demanda competencial. El TC no concede la medida cautelar y antes que pueda pronunciarse, el Congreso vota en contra de la vacancia.

Pocos días pasaron antes que empezaran a aparecer colaboradores eficaces que comprometían a Vizcarra en serios actos de corrupción y el 20 de octubre de 2020 se promueve una nueva vacancia presidencial por el mismo motivo: «permanente incapacidad moral». Llegó el día de la votación y 105 congresistas le dijeron “chau” al otrora golpista Vizcarra. El Congreso siguió todo el procedimiento previsto en la Constitución y ejerció una de sus facultades conforme lo admite el sistema. No hay ninguna irregularidad. Nos guste o no, no es un golpe de Estado. Así sea el peor Congreso de la historia, el pueblo los voto y ellos vienen ejerciendo el poder conforme la Constitución y las leyes lo permiten.

Pero algunos plantean, con razón atendible, que la vacancia por «permanente incapacidad moral» no fue creada para que el Congreso vacara al presidente cuándo le diera la gana. Pero también es cierto que la Constitución dice que la incapacidad moral es declarada por el Congreso. O sea, que solo el Congreso puede definir cuándo un Presidente es moralmente incapaz y cuándo no. Y la única manera de hacerlo es a través una votación conforme el proceso ya normado. No existe algo así como la “dictadura de los votos” como se ha querido plantear interesadamente para cuestionar la decisión del Congreso.

No cabe duda, sin embargo, que es una vergüenza que se considere inmoral a un presidente investigado y no a un congresista sentenciado. Tampoco tiene sentido vacar al presidente cuando está a punto de dejar el gobierno, mucho menos en plena pandemia y crisis económica. Todos saben que el cambio de un ministro lo paraliza. Peor es cuando se cambia al Presidente de la República. ¡Qué irresponsabilidad vacar al presidente cuando los peruanos nos estamos muriendo o, en el mejor de los casos, estamos perdiendo nuestros trabajos!

Por eso, mientras el expresidente del Congreso, Manuel Merino recibía la banda presidencial de manos del nuevo Presidente Parlamentario Luis Alberto Valdez (que expresamente dijo que el caso Vizcarra es muy distinto al caso del congresista Acuña por lo que a este último no le deben levantar la inmunidad parlamentaria); las protestas en las calles convierten a Merino en el Presidente del Perú con menor legitimidad del siglo XXI. Curiosamente, Vizcarra no reclamó la vacancia y se fue tranquilo. ¿Habrá negociado algo? Veremos las resultas de su investigación…

Con la vehemencia que no existió cuando Vizcarra hizo el golpe de Estado, ahora algunos ciudadanos alegan una ruptura de orden constitucional. Para ello, se basan en interpretaciones, que más o menos debatibles, son mucho más abstractas que el reconocimiento objetivo de que la Constitución no contempla la “denegatoria fáctica de confianza”.

¿Por qué ayer se aplaudió la disolución del Congreso y hoy se rechaza la vacancia presidencial cuando la inconstitucionalidad de la primera es menos debatible que la segunda? ¿Cuál es la diferencia? La respuesta no es compleja: desde la elección del Congreso fujimorista, lo popular se alinea con la confrontación del Congreso.

Los que ahora se dicen defensores de la Constitución no lo eran el 30 de septiembre de 2019 cuando Vizcarra disolvió el Congreso, solo porque sí estaban de acuerdo con aquella decisión populista e inconstitucional. Los que entonces exigimos respeto a la Constitución fuimos tildados de fujimoristas (como si fuera insulto ¿hate speech?), porque en el Perú no podemos ver instituciones, sino personas (o grupo de personas). Y ahora, que el peor Congreso vacó al Presidente quienes se sienten fastidiados salen a las calles, forman aglomeraciones sin distanciamiento social y sin mascarillas van gritando arengas facilitando la propagación de la Covid-19. Las libertades están restringidas por decreto, pero el irrespeto a las normas también forma parte del día-día nacional.

¿Y dónde está la policía? ¿Dónde están los militares? Hasta hace poco se metían a las casas para evitar reuniones y si te encontraban en la calle durante el toque de queda, te detenían. Pero el día de la vacancia, las marchas y aglomeraciones se produjeron incluso durante el toque de queda. Durante el día, los tumultos son controlados, pero no diluidos. Es como si se quisiera que la gente se aglomere. ¿Será que el nuevo Jefe del Ejecutivo no quiere evitar contagios? Indudablemente, llegará una segunda ola terrible y la crisis sanitaria se agudizará al tal grado que, esperemos, no sirva de excusa para postergar las elecciones o en todo caso para que los enfermos (en su mayoría opositores al régimen) puedan ejercer su derecho al voto.

El tercer golpe de Estado, fue más popular (actualización al 15/11/2020.12:23 horas) 

Tuvieron que pasar seis días de intensas protestas y dos fatalidades para que varios ministros recién juramentados presentaran su carta de renuncia y para que bordeando el mediodía del 15 de noviembre, la Junta de Portavoces del Congreso "exhortara" a Manuel Merino, "a presentar de manera inmediata su carta de renuncia a la Presidencia de la República del Perú. Ello con el único objeto y única finalidad de salvaguardar la vida, la salud e integridad de todos los peruanos", bajo amenaza de proceder a iniciar un proceso de censura para la respectiva sucesión presidencial. El mensaje fue tan directo que hace pensar que fue previamente coordinado con el Ejecutivo: “El plazo es hoy, le pedimos que presente su renuncia, caso contrario. Seguiremos estrechamente los preceptos legales y constitucionales”, insistió.

Sea por estar arrinconado o por haberlo coordinado, a las 12:12 horas del mismo día, Merino presentó su renuncia irrevocable a la Presidencia de la República, y el espontáneo cacerolazo de los vecinos, no dejaron escuchar la última parte del discurso.
 
¿Qué paso? Tenemos un Presidente que asumió el cargo como ex Presidente del Congreso y por una una vacancia del Jefe del Ejecutivo. Busque en la Constitución la norma que le permite a este nuevo mandatario renunciar. Nuevamente, como en el golpe que hizo Vizcarra: no la va a encontrar. La Constitución no lo contempla, no porque se olvidó, sino para evitar más inestabilidad. Por lo tanto, no se le pueden aplicar las mismas reglas que el Presidente elegido directamente por el pueblo. Por eso el nuevo Presidente debe convocar a elecciones, para que el pueblo pueda "apretar botón de borrón cuenta nueva" eligiendo un nuevo gobernante (solución que parte de la premisa de que el pueblo siempre elige bien).

De aquí en adelante estamos en terreno incierto. No hay reglas en la Constitución para esta coyuntura. Pero parece que es una solución que, al menos, brinda más tranquilidad y estabilidad social. Por otro lado, se consolida la manifestación como canal legítimo de reclamo (casi prefiero las manifestaciones en redes sociales, parecen son menos perniciosas...). ¿Esperamos ver en el futuro marchas para demandar pedidos a los gobernantes? 

Tampoco tiene sentido, y por eso la Constitución no lo contempla, que Merino presente su renuncia pero no acepte la renuncia de sus ministros, cuando es una regla general que lo accesorio sigue la suerte de lo principal. Si cae el Presidente, caen sus hombres de confianza.  

Y cualquiera que sea la salida para definir al nuevo Jefe de Estado, se basará en una regla no prevista en la Constitución.  

Reflexiones insolentes... 

Los peruanos, después de casi doscientos años de independencia, aún no somos conscientes de que la Constitución es la única y principal garantía de nuestra libertad. Por eso es bastante vergonzoso cuando se alude a una “visión legalista” como algo negativo. ¿A caso no se dan cuenta que la única forma de coexistir pacíficamente en un mismo lugar es con reglas claras que todos cumplan por igual y se apliquen en forma predecible? El origen de todo es la ley y ninguna visión de convivencia social adecuada puede desligarse de ello. Solo una cultura con debilidad institucional puede ir en una dirección distinta.

Por eso los institucionalistas exigen respeto al orden constitucional y legal, pero lamentablemente la mayoría de los peruanos los critican con argumentos como “sal de tu caja y mira las cosas más allá de las leyes”. A esas personas, que forman parte del problema, les decimos: sean humildes, miren dentro de esa caja para entenderla y, solo entonces, recurran a otras visiones que complementen y potencien las reglas en pro del interés común; pero no se basen en una intuición condicionada por la coyuntura y el entorno, solo porque les conviene.

Es innegable lo que ya sabemos: que en el Perú no existe institucionalidad. Los peruanos no creemos en las instituciones. No creemos en la Constitución, de hecho, no la conocemos, ni la entendemos, pues ninguna de nuestras constituciones refleja la verdadera voluntad del pueblo. 

Más allá de una aprobación popular, por ejemplo, mediante referéndum, su contenido es un ensamblaje de distintas figuras, instituciones y mecanismos importados de otras experiencias, realidades y culturas forjadas en democracia. Pero, podemos especular que hoy nos toco ¿Los peruanos estaremos promoviendo nuevas reglas Constitucionales sin precedente histórico para estos casos propios de nuestros modos políticos? ¿Estaremos atestiguando una nueva forma de entender la democracia? El respaldo de algunos especialistas y miembros de la comunidad internacional, parece validar la nueva solución peruana a la crisis.

Esta última conjetura es bastante atractiva para reflexionar. ¿Será que estamos ante una nueva forma más evolucionada de democracia, que rompe la rígida escribalidad basada en las reglas firmes e impuestas (discurso objetivo, para dotar de certidumbre al sistema), para reemplazarla por la flexible y pragmática cultura de la electronalidad que admite variaciones (pues todo se "setea" en perspectiva de los interlocutores)? 

A diferencia de los tiempos del libro, en los que el autor debía escribir con claridad porque el lector no tenía opción a repreguntas; en los tiempos que corren, la digitalización permite interactuar directamente con cualquier fuente de información. ¿La nueva forma de democracia admite la posibilidad de que el pueblo defina (mediante el ejercicio de su libertad de expresión: partiendo de la premisa que la información es adecuada y no existe manipulación) cuándo se deben cumplir las reglas y cuándo no, según las propias necesidades particulares de cada caso? 

La Constitución surge cuando el pueblo se autorregula. Dicha regulación debe ser clara para evitar que los gobernantes la malinterpreten en contra de los intereses del pueblo. Si bien con enmiendas y modificaciones el texto se va ajustando a los nuevas épocas, en términos generales, son los textos con mayor vocación de permanencia que tenemos en el ordenamiento jurídico. Pero ahora, es otra realidad: la masificación del acceso a la Internet (el nuevo derecho humano del Siglo XXI) le permite al pueblo hacerse escuchar con mayor facilidad. 

Suena bien ¡el ejercicio casi pleno de la democracia directa e inmediata! ¿Pero cómo evitar las manipulaciones? Este es uno de los desafíos que no sabemos solucionar, incluso desde antes de la era digital.

Tal vez, no lo sabemos. Habrá que ver qué nos depara el futuro. De cualquier modo, si la respuesta a nuestra conjetura es positiva, nos aventuramos a afirmar que los peruanos no somos conscientes de ello. Es innegable que en el Perú se habla de democracia sin practicarla, se habla de libertad sin respetarla y por eso se habla de golpe de Estado solo cuando nos conviene. Pero parece que nadie está de lado de la Constitución con sinceridad. Sin que eso signifique que, tal vez... solo tal vez, como ya hemos dicho estemos en proceso de descifrar una forma particular de democracia a la peruana. 

Y aunque la Constitución siga siendo una herramienta utilizada según los intereses del momento, la buena noticia es que la sociedad peruana sigue madurando en democracia... 

Y hablando de ¿manipulaciones, coincidencias o reacción rápida? (actualización al 15/11/2020.23:00 horas) 

...para las 15:00 horas, el Partido Morado había exigido la restitución de Martín Vizcarra, quien le pide al TC no esperar hasta el miércoles para resolver la demanda competencial, a lo que este último responde con otro tweet que anuncia sesión extraordinaria para que mañana lunes 16 al mediodía se evalúe dicha causa. ¿Qué resolverán los magistrados, serios y populistas, del TC? 

Y mientras tanto, ya corren las convocatorias para una nueva marcha nacional el día lunes 16 en la Plaza San Martín #NiMerino #NiVizcarra y un puño zurdo pintado de rojo refuerza la frase "Nueva Constitución o Nada".

Horas más tarde Francisco Sagasti que había sido la segunda opción del Partido Morado para asumir la Presidencia del Congreso (la primera opción fue Gino Costa, como también lo propuse Mario Vargas Llosa, de quien se desistió por falta de consenso entre los demás partidos), anunció su renuncia a cualquier intención de formar parte de la Mesa Directiva del Congreso que dirige Rocío Silva Santiesteban de Frente Amplio. 

Antes de cerrar el día el pleno del Congreso rechazó con 52 votos la lista a la presidencia del Parlamento encabezada por Rocío Silva Santisteban. El Frepap, Fuerza Popular y Podemos Perú estuvieron en contra. Los cinco parlamentarios de Somos Perú se abstuvieron, mientras Alianza para el Progreso y Acción Popular dividieron su voto.

(actualización al 16/11/2020.15:30:00 horas) Al día siguiente se eligió como Presidente del Congreso a un ex-Asesor del Ministro de Industria del gobierno de facto de Juan Velazco Alvarado y aparente admirador de terroristas como Néstor Cérpa Cartolini y su lugar teniente "El Árabe", a quienes les pidió un autógrafo mientras mantenían rehenes en la Embajada de Japón (según el mismo Sagasti , la dedicatoria de Cérpa Cartolini dice "Para el señor Sagasti , con todo respeto" y la de "El Árabe" dice: "Para el señor Sagasti , con el respeto de siempre"; y, curiosamente fue liberado al poco tiempo): el mismo Francisco Sagasti que hace menos de 24 horas había declinado como vicepresidente... ¿ahora sí nos sentimos representados?





[1] La sentencia detalla que, en setiembre de 2014, cuando Humberto Acuña tenía el cargo de gobernador regional de Lambayeque, autorizó a su cuñado Díaz Bravo a sobornar con S/ 750 al ex policía Joel Ugaz (también sentenciado y que misteriosamente falleció el año pasado) para que elabore una falsa declaración en una investigación que se le seguía a Acuña por el supuesto delito de asociación ilícita para delinquir.

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y tb cuentamelo todo... y exagera!