martes, noviembre 01, 2016

La ley es el faro de la moral y la ética

No soy filósofo, ni pretendo aparentar ser uno. No se más de filosofía que cualquier persona medianamente instruida. Así que esta entrada únicamente plasma una idea que se me ocurrió flotando en el mar.

Recordaba la serie de televisión SUITS y me pregunté, ¿en qué punto un abogado pierde la noción de la ética y la moral? ¿será que la profesión de abogado siempre termina por relativizar estos valores?

Aunque teóricamente ambos conceptos son distintos, vamos a considerarlos en un sentido lato  y vincularlos con la valoración del obrar humano, en relación con el bien y el mal y los deberes que implican, en cualquier ámbito de la vida. ¿Qué tan subjetivo es? ¿En qué momento, una persona traza la línea de lo que está bien y lo que está mal? Muchas veces el estándar legal es menor al estándar ético o moral: pueden existir conductas que sean ética o moralmente mal vistas, pero que no sean sancionables jurídicamente.

Alguno podría alegar que “se debe trazar la línea donde la religión que uno practica y la mayoría de la sociedad lo hace, aunque sea, tácitamente”. Pero ¿cuál es el incentivo para auto limitar una actuación, cuando la tentación por cometerla es alta? Aún cuando mayoría de la sociedad identifique los límites, siempre quedará una minoría que opine lo contrario. ¿Cómo lograr romper esa barrera del grupo minoritario para afilarse con los postulados de la mayoría?

En ese punto un abogado encuentra una solución. Por su formación, siempre está ávido en buscar reglas que regulen la interacción social. Cuánto más objetivas mejor: Porque así se evitan errores, debates, costos, etc. Lo más objetivo que conoce el abogado es la ley. Ergo, la ley es la que traza el límite. Solo lo ilegal es inmoral o falto de ética… Cuando llega a este punto, el alma del abogado se torna oscura, fría e inescrupulosa, en casi todos los casos. Pero aunque yace más cerca del infierno que del paraíso, es capaz evitar el riesgo de denigrar aún más su alma, pues la línea ha sido objetivamente trazada. En cambio, si se siguen parámetros más difusos, las probabilidades de alejarse más de Dios para acercarse al diablo, son mayores por cuanto el tránsito de un extremo al otro no encuentra señales de alerta que permiten anclarse en un punto y no avanzar más.

Es como estar flotando en alta mar. Uno puede recorrer kilómetros sin darse cuenta y seguir creyendo que solamente está flotando en el mismo lugar, porque no hay ningún punto de referencia. En cambio, si se pudiera distinguir un faro, sería factible detectar si se está más cerca o lejos de la orilla. Si se flotó con dirección hacia el norte o hacia el sur.

A este tipo de abogado, no le importa qué tan lejos este de la orilla. Mientras sea capaz de visualizar el faro (vale decir, de respetar la ley), nunca sucumbirá en forma definitiva ante los peligrosos dominios del mal que se encuentran en alta mar.

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y tb cuentamelo todo... y exagera!