sábado, noviembre 26, 2016

¿Se arrepintió Fidel?

Fin”, fue la última palabra que pronunció Fidel Castro en su discurso público, ante la multitudinaria audiencia que acaparó los más de mil escaños ocupados por los miembros del Comité del Partido Comunista y otros invitados. Quedaban cuatro meses para que el líder histórico de la sempiterna Revolución Cubana, cumpliera noventa años. Todos, incluyendo a Fidel, sabíamos que el día final tenía que llegar. “Pronto deberé cumplir 90 años, nunca se me habría ocurrido tal idea y nunca fue fruto de un esfuerzo, fue capricho del azar. Pronto seré ya como todos los demás, a todos nos llegará nuestro turno, pero quedarán las ideas de los comunistas cubanos”, declaró. Pero nadie sabía que el día “D” llegaría 3 meses y 12 días después de su natalicio número noventa. "Tal vez sea de las últimas veces que hable en esta sala", reconoció con aires de despedida oficial y acertó.



Pero algo ya no era igual. Tenía un buen semblante, pero estaba anciano, débil… inofensivo. Su barba canosa y la rala cabellera larga con la que intentaba cubrir su cabeza, dejaban asomar una piel blanca que contrastaba con la negra historia que ha de cargar en la pesada mochila que lastró hasta su último día. 

Ya no estábamos en 1962 cuando un joven y activo idealista declamaba “¡Señor Kennedy, señores imperialistas, señores títeres!, ¡socialismo es esto!; democracia, verdadera democracia que representa los intereses del pueblo, ¡eso es el socialismo! Y esta victoria, esta histórica victoria que a la patria cubana no podrá nadie arrebatar, ¡esto es el socialismo! Y esta victoria, esta victoria extraordinaria, ganada por nuestro pueblo en medio de bloqueos y de agresiones, ¡eso es socialismo; ese entusiasmo del pueblo, esa presencia de las masas, esa firmeza de las masas, esa decisión y ese valor de las masas para combatir y para defender la patria, eso es socialismo! ¡Esa capacidad de crear, ese sacrificio, esa generosidad de unos hacia otros, esa hermandad que hoy reina en nuestro pueblo, eso es socialismo! Y esa esperanza, esa gran esperanza de mañana, ¡eso es socialismo!, y por eso ¡somos socialistas!, y por eso, ¡seremos siempre socialistas!, ¡por eso somos marxista-leninistas!, ¡y por eso seremos siempre marxista-leninistas! ¡Y por eso no son los dirigentes, es el pueblo, son las masas las que levantamos la mano y decimos y repetimos que somos y seremos marxista-leninistas! ¿No quiere socialismo el imperialismo? ¡Pues bien, le daremos tres tazas de socialismo!”. Aquel Castro que era interrumpido constantemente por los aplausos y ovaciones del gentío reunido en la Plaza de la Revolución, en La Habana; ya no existía más.

Resultado de imagen para yate de fidel castro riquezasAunque seguía siendo interrumpido con aplausos y ovaciones a pie, el Castro del 2016, se diferenciaba del Fidel de 1962 en que aquel amasaba un patrimonio que le permitiría dejar una herencia calculada por Forbes en 900 millones de dólares (compuesta, según algunos, por la isla privada Cayo Piedra, más de veinte mansiones, una marina con yates, cuentas bancarias cifradas, una fábrica de quesos para su uso personal y hasta una mina de oro). Además, en el 2016, ya no vestía el característico atuendo revolucionario color verde militar. Esta vez llevaba un buzo deportivo marca ADIDAS. El buzo era azul como el mar que navegaba el revolucionario, con su multimillonario yate que difería mucho del Granma que llevo al joven Castro y al Che a una punta de mangle nombrada Los Cayuelos, donde encalló un 2 de diciembre de 1956, al inicio de la revolución de un país insignificante que resultó siendo un constante dolor de cabeza para la potencia más grande del mundo. Once presidentes de los Estados Unidos de América quisieron deshacerse de él. Pero ninguno pudo (aunque Castro solo pudo soportar a Donald Trump por unos pocos días). “¡Patria a muerte!” fue el provocativo grito revolucionario que desde la isla parece haberlo llevado “¡hasta la victoria, siempre!”… No hay ninguna duda: ¡era un verdadero comunista!

Tal vez sea de las últimas veces que hable en esta sala. He votado por todos los candidatos sometidos a consulta por el Congreso y agradezco la invitación y el honor de escucharme. Los felicito a todos, y en primer lugar, al compañero Raúl Castro por su magnífico esfuerzo”. Este fue el espaldarazo público que el líder comunista, que detentó el poder absoluto en Cuba desde 1965 y hasta 2011, concedió a la labor de su hermano en los últimos 10 años (los primeros cinco de manera provisional). Ello pese a las flagrantes diferencias que el ejercicio de mando, marcó entre ambos. Bajo el régimen del, no mucho menos longevo Raúl, el “modelo castrista” se intentó actualizar. Tras más de medio siglo, las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba se reanudaron, se eliminaron los costosos y enrevesados requisitos de viaje y se autorizó a los cubanos a irse legalmente hasta por dos años sin perder sus bienes o residencia. Se amplió y flexibilizó el trabajo privado y hoy en día el 10% de una fuerza laboral cubana trabaja por cuenta propia. Tras 48 años de gobierno, el límite de permanencia en el cargo, fue recortado dos mandatos de cinco años (Raúl ya anunció que dejará el poder en 2018). Se reformó la legislación para incentivar las inversiones, se inauguró el mega puerto del Mariel (a 45 km al oeste de La Habana) y una zona franca destinada a convertirse en el principal polo industrial de Cuba. Se logró re negociar la deuda cubana con 14 países del Club de París, Rusia y México. Se autorizó la compraventa de autos y viviendas, contribuyendo al desarrollo de pequeños negocios y los niveles de conectividad a Internet han mejorado.

“Querido pueblo de Cuba: Con profundo dolor comparezco para informar a nuestro pueblo, a los amigos de nuestra América y del mundo que hoy, 25 de noviembre de 2016, a las 10:29 de la noche falleció el comandante en jefe de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz.”, anunció con voz temblorosa y conmocionado, el mandatario Raúl Castro en una alocución oficial transmitida en la televisión estatal.


Y a continuación, el globo polarizó. Algunos, como Maradona, cuentan que la noticia los hizo llorar. Otros, han salido a celebrar por las calles de Miami. No faltan los políticos trasnochados de izquierda que sollozan por el socialismo y aquellos otros que con diplomática austeridad ofrecen sus condolencias. Las redes sociales ya rebosan de opiniones, memes, frases grandilocuentes, insultos, bromas y chistes; y, algunos grupos de Whatsapp fomentan encarnizadas discusiones sobre el particular. Aquellos que han leído mis Post Cubanos (aquí)(aquí)(aquí) y otras Pichilonadas más, los que me conocen y comprenden porqué uso una media roja en el pie izquierdo y azul en el derecho; saben cuál es mi opinión sobre el socialismo y el comunismo. Utilizar esta entrada para redundar sobre ello, es extenderme aún más de lo que ya he hecho. Hacerlo sería fútil, pues el título que corona el texto es lo suficientemente revelador. Además, antes que la mía, vale más la opinión de esas familias afectadas por el régimen cubano.

El enfoque en esta oportunidad es ajeno al ámbito económico o lo político. Mi aproximación a la materia se concentra esta vez, en la parte humana. La melancolía con la que Fidel se despidió en su discurso abril de 2016, y el reconocimiento de las acciones positivas de su hermano, que él nunca quiso (¿o pudo?) tomar, me impulsan a pensar en algo. ¿Fidel se habrá arrepentido? La pobreza y el atraso que dejó en Cuba es innegable (ver "La Habana es fea (o no tanto)"). ¿Por qué nunca viró el timón un poco hacia la derecha, como lo hizo Raúl? ¿Qué historia se esconderá detrás, que le haya impedido hacerlo, pero le permitió celebrarlo? ¿Será que no podía reconocer que se equivocó porque ello implicaría reconocer que todas las muertes, las batallas, los discursos, las promesas y las medidas adoptadas a lo largo de un régimen que se inició con la fuerza; fueron en vano? La promesa del idealismo comunista nunca fue conocida por Fidel, por el Che Guevara, o por Camilo Cienfuegos. Y probablemente tampoco será conocida por Raúl o cualquier otro poblador actual comunista de la tierra. Ayer, sin contar con sustento para afirmar lo contrario, partió de este mundo el gobernante más paradigmático del comunismo de finales del Siglo XX e inicios del XXI, justo durante el Black Friday. El hecho de haber fenecido un el mismo día que se vestía de luto el viernes más destacado del capitalismo moderno, ¿es un castigo divino o mensaje sobrenatural? ¿Hemos sido testigos de una hazaña de humor negro deparada por el destino, o de un serio recado proveniente del extra mundo? Tal vez no sea ni una ni otra, sino solo una triste coincidencia que me hace considerar que Fidel murió con el corazón vacío, desolado y decepcionado de su propia vida. Traicionado por sí mismo, pues en su afán de alcanzar los valores y beneficios que propugnaba para su población, terminó por espantarlos de su país a punta de decisiones controlistas que oprimieron las libertades individuales del pueblo cubano… A diez años de cumplir los cien, el icónico Fidel no podía reconocer que, en el balance general, su vida había sido insulsa, vacía… perjudicial.

Yo no celebró la muerte de Fidel ni de nadie. Ni de mi peor enemigo. Pero tampoco me entristece la muerte de un dictador extranjero. Lo que me acongoja, es la trágica extinción de un viejecito que con destellos de lucidez, abandona nuestro mundo luego de décadas de una lucha que finalmente perdió. Todos merecen dormir y descansar en paz. Ningún ser humano debería morir pensando que su vida fue un desperdicio. Esa sí que es la verdadera muerte, desperdiciar la vida…

martes, noviembre 01, 2016

La ley es el faro de la moral y la ética

No soy filósofo, ni pretendo aparentar ser uno. No se más de filosofía que cualquier persona medianamente instruida. Así que esta entrada únicamente plasma una idea que se me ocurrió flotando en el mar.

Recordaba la serie de televisión SUITS y me pregunté, ¿en qué punto un abogado pierde la noción de la ética y la moral? ¿será que la profesión de abogado siempre termina por relativizar estos valores?

Aunque teóricamente ambos conceptos son distintos, vamos a considerarlos en un sentido lato  y vincularlos con la valoración del obrar humano, en relación con el bien y el mal y los deberes que implican, en cualquier ámbito de la vida. ¿Qué tan subjetivo es? ¿En qué momento, una persona traza la línea de lo que está bien y lo que está mal? Muchas veces el estándar legal es menor al estándar ético o moral: pueden existir conductas que sean ética o moralmente mal vistas, pero que no sean sancionables jurídicamente.

Alguno podría alegar que “se debe trazar la línea donde la religión que uno practica y la mayoría de la sociedad lo hace, aunque sea, tácitamente”. Pero ¿cuál es el incentivo para auto limitar una actuación, cuando la tentación por cometerla es alta? Aún cuando mayoría de la sociedad identifique los límites, siempre quedará una minoría que opine lo contrario. ¿Cómo lograr romper esa barrera del grupo minoritario para afilarse con los postulados de la mayoría?

En ese punto un abogado encuentra una solución. Por su formación, siempre está ávido en buscar reglas que regulen la interacción social. Cuánto más objetivas mejor: Porque así se evitan errores, debates, costos, etc. Lo más objetivo que conoce el abogado es la ley. Ergo, la ley es la que traza el límite. Solo lo ilegal es inmoral o falto de ética… Cuando llega a este punto, el alma del abogado se torna oscura, fría e inescrupulosa, en casi todos los casos. Pero aunque yace más cerca del infierno que del paraíso, es capaz evitar el riesgo de denigrar aún más su alma, pues la línea ha sido objetivamente trazada. En cambio, si se siguen parámetros más difusos, las probabilidades de alejarse más de Dios para acercarse al diablo, son mayores por cuanto el tránsito de un extremo al otro no encuentra señales de alerta que permiten anclarse en un punto y no avanzar más.

Es como estar flotando en alta mar. Uno puede recorrer kilómetros sin darse cuenta y seguir creyendo que solamente está flotando en el mismo lugar, porque no hay ningún punto de referencia. En cambio, si se pudiera distinguir un faro, sería factible detectar si se está más cerca o lejos de la orilla. Si se flotó con dirección hacia el norte o hacia el sur.

A este tipo de abogado, no le importa qué tan lejos este de la orilla. Mientras sea capaz de visualizar el faro (vale decir, de respetar la ley), nunca sucumbirá en forma definitiva ante los peligrosos dominios del mal que se encuentran en alta mar.