sábado, septiembre 07, 2013

Perú-Uruguay: LA FIFA NO VENDE LO QUE PRODUCE, PRODUCE LO QUE SE VENDE

Ayer fui al estadio. Semejante frustración. No. En realidad, frustración la del partido. No, No... el partido, no. Frustración con los intereses ocultos de la FIFA y su manifestación en un arbitraje claramente tendencioso y determinante en un resultado favorable para Uruguay.

Algo muy parecido posteé esta mañana en mi muro de FB y mi buen amigo Juan Carlos Balbuena, siempre provocador e inteligente, me allanó “O sea, ¿la FIFA direcciona el tema? ¿Realmente esto es verdad? Siempre lo escucho de mis amigos y la gente en general. O sea, que esta gente de la FIFA se reúne tipo en una salita como la del SIN y dicen tu árbitro favorece a ‘tal’ o a ‘cual’. ¿Así es como funciona?”. Su comentario fue suficiente para permitirme escribir este post.

Supongo, que lo que comenta Juan Carlos, debe ser más o menos como funciona. Palabras más, palabras menos, con mayor o menor sutileza. Pero hay hechos objetivos q son innegables. No tengo pruebas. Evidentemente, acreditar eso tipo de estratagema es casi imposible. Pero encuentro algunos indicios que me hacen dudar de la inocencia de esta organización “sin fines de lucro” que tiene más peso que muchos grandes superpotencias mundiales:
 
1. Perú o Venezuela (hasta ayer rivales directos de Uruguay en el último cupo disponible para luchar un repechaje para el Mundial Brasil 2014) no tienen mucha convocatoria en un mundial. Somos equipos francamente minúsculos. Ninguno de los dos es un equipo mundialista. Venezuela nunca fue a uno y el haber tenido presencia en 4 mundiales de los 19 disputados, no nos convierte en un país de mundiales (dejemos de seguir engañándonos con el mundial del 70, ya es patético). Asumo que se deben cotizar mejor las entradas y los derechos televisivos de un Brasil Vs. Uruguay o de un Uruguay Vs. Alemania (donde las chances puedes ser más parejas y los montos de las apuestas más suculentos), que los de un Perú Vs. Italia o un Perú Vs. Inglaterra (típicos partidos de “mero trámite” en la primera fase). Tal vez se vendan más camisetas de Brasil, Uruguay o Argentina que de Perú o Venezuela.
 
2. existen negocios paralelos que les conviene Brasil y no Perú. Quienes se dedican a las apuestas o quienes venden camisetas, por ejemplo. ¿Estos conversarán con la FIFA?
 
3. Son sistemáticos los "errores" arbitrales contra los equipos chicos que tienen alguna posibilidad de clasificar a un mundial.
 
4. Mientras que un mundial sin Brasil, no es mundial y lo hace menos atractivo, un mundial sin Perú es lo usual.  ¿A la FIFA qué le interesa más? ¿Que vaya Brasil o que vaya Perú?
 
5. El fútbol no es un deporte que da dinero. Es un NEGOCIO (probablemente el que ofrece el producto más bello del mundo) que se dedica a la presentación de vende espectáculos públicos deportivos para el goce de sus consumidores.
 
6. A algunos les parecerá “asqueroso” que alguien en la FIFA llame a un árbitro y le diga “dale una manita a Uruguay, Brasil o Argentina, porque tienen que pasar”. Sin embargo, no hay que perder de vista que, los árbitros también están trabajando (arbitrar no es su pasatiempo) y en cada partido, se juegan sus pases para arbitrar en un mundial. La FIFA los elige por su desempeño. Y Así como un jefe premia a sus trabajadores por incrementar la producción de la empresa, la FIFA ¿podría estar haciendo lo propio?
 
Podemos creer que en realidad, los árbitros se equivocan y que los equipos chicos siempre tienen mala suerte. Seguramente, pero cuando los errores son flagrantes (como los de ayer… o como los que salvaron a Argentina en las clasificatorias para el mundial anterior… o como los que ayudaron a Brasil en cada mundial en los que tuvieron algún traspié en la primera o segunda ronda… etc.), la duda crece. Y la interrogante se intensifica aún más cuando la propia FIFA se niega a utilizar la repetición inmediata en cada partido para analizar si es que el árbitro debe anular un gol porque se produjo off-side, cuando la tecnología bien lo permite. Pero ningún rechazo a la tecnología existe cuando se trata de utilizar ese auricular u micrófono que, sabe Dios para qué lo necesita el árbitro durante el partido ¿qué cosa le estarán “soplando por ahí”?
 
Insisto, no tengo pruebas y probablemente nunca las pueda tener. Pero me parece que estoy viendo un cadáver lleno de forados en el pecho, a su lado una persona con cara de euforia, cogiendo un arma que está humeando y con la camisa ensangrentada. Cuando me ve el sujeto sale corriendo. No me consta que el sospechoso lo haya matado, pero creo tener algunos indicios.
 
Dejémonos de cosas ya. No se puede tapar el sol con un dedo. Los romanticismos en el fútbol hace años que no existen. Futbolistas y árbitros son la mano de obra indispensable para un monopolista a nivel mundial del servicio de espectáculos futbolísticos. Este único proveedor se llama FIFA y responde a los intereses de sus clientes que son los hinchas. Y para que el negocio siga rindiendo sus frutos, hay que satisfacer a la mayor cantidad posible de ellos. Y es evidente que en el mundo existen más seguidores de Uruguay, Brasil o Argentina, que de Perú o Venezuela...
 
Si los competidores se juntan (en secreto) para negociar acuerdos sobre precios o repartición de mercados, porqué un único “competidor” puede decidir como se debe mover el mercado. Si para sus acuerdos ilegales, los competidores se encuentran en eventos deportivos, teatros, reuniones de padres de familia del colegio de sus hijos, para no levantar sospechas… porque no pensar que la FIFA llama a SUS árbitros (porque son SUYOS) y les dice lo que deben hacer.
 
La FIFA, como buen empresario sabe que UNO NO VENDE LO Que PRODUCE...UNO PRODUCE LO QUE SE VENDE. Y en el fútbol vende Uruguay, por lo tanto no le conviene producir Perú.
 

domingo, marzo 10, 2013

¿Dónde están los gatos?



Dos veces al día, mis papis me sacan al parque. Marco mi territorio en los mismos árboles y en los márgenes de las veredas que rodean al jardín. Paseo un rato, olfateo frenéticamente, sigo rastros, defeco donde el olor me lo indica y sigo paseando. De vez en cuando, me encuentro con mis amigos. Uno de ellos es Ringo. Un galgo marrón, saltarín y juguetón que siempre anda suelto y acude al llamado de su dueño cuando se distancia mucho de él. Cuando lo diviso a lo lejos me pongo sobre mis dos patas para poder verlo mejor. Él es siempre el que se me acerca. Como yo estoy con mi correa no puedo alejarme mucho de mis papis. Pero cuando Ringo me ve, no pasan ni cinco segundos antes que sus veloces patas alargadas logren cruzar el inmenso parque que nos separa. Llega junto a mí, da brincos y corre alrededor mío. Me encanta su energía. Y aunque intentar alcanzarlo es una tarea imposible y agotadora, me pone muy feliz verlo.
 
Lo primero que me dice cuando llego es “¡vamos a jugar!, ¡vamos a jugar!” siempre agitado, indeciso y ansioso. “¿Me persigues?, ¿yo te persigo?...anda ¡diles que te suelten para ir a jugar!”. Pero ayer sábado en la tarde lo primero que me dijo fue “¿y ya viste al gato?”. Mi lengua se escondió en mi boca cerrada. No quería que se diera cuenta que todavía no sigo sin saber qué cosa es un gato. “Eh…sí”, le respondí inseguro y suplicando que no me hiciera más preguntas. La última vez que nos habíamos visto, Ringo me comentó que en la tienda del señor Augusto hay un gato blanco que siempre custodia los sacos donde se almacena la comida balanceada que nuestros papis nos compran. “Es un felino despreciable”, me dijo. “Esos pobres remedos de tigre son lo único que me ponen de malas”. No quise que Ringo descubriera que persistía en mi añeja ignorancia, porque cuando alguna vez, le pregunté con ingenuidad “¿qué cosa era un gato?” se puso patas arriba y se revolcó en el jardín del parque con su larga lengua escapándose relajadamente por un costado de su hocico, riéndose de mí y gritando “que gracioso eres Mojito…” me decía, como si hubiera hecho una broma adrede.
 
En la veterinaria, encerrado en un canil contiguo al mío, mi amigo Lucas (que como yo, también es un westie) me dijo lo mismo mientras esperábamos que nos cortaran el pelo. “Los gatos son cínicos, antipáticos, desleales, calculadores e inescrupulosos”. Como no conocía ninguna de esas palabras (que sonaban muy feas) preferí no opinar y evitar así la misma vergüenza que pasé con Ringo en el parque. Solo atiné a decir, “eh…sí”.
 
Esta mañana, volví a salir al parque. Y por segunda vez escuché algo que me preocupó mucho. “Mira un gatito”, dijo una chica. Yo le gruñí, pero antes que pudiera acercarme a pedirle explicaciones por el insulto, mi papi me jaló de la correa y me advirtió guardar la compostura. Mientras nos alejábamos, mezclaba en mis entrañas un cóctel de sentimientos. Me sentía humillado, molesto, indignado, pero también confundido, y sobre todo, preocupado. No era la primera vez que alguien me decía yo que era un “gato”. Anteriormente, una niña me había dicho algo parecido, cuando dirigiéndose a su mamá le dijo “mira un gato”. A veces, mi papi me dice Snarf y una vez viendo la televisión juntos descubrí que Snarf es el personaje de unos dibujos animados. Entonces mi papi me dijo "mira Mojito, un gato", y yo gire mi cabeza un poco de lado para observar. (también me dice "Lourdes", no se si existe un gato con ese nombre).

Yo siempre creí que era perro. Pero a veces, cuando suceden estas cosas, me pregunto, "¿acaso seré un gato?" Luego recuerdo a mi mami diciéndome “eres el perrito que siempre quise tener”. Entonces, vuelvo a estar seguro: "¡yo soy un perro!".  Además, si fuera un gato, Ringo y Lucas no quisieran ni hablarme y tal vez me perseguirían para atacarme, pues según me cuentan, eso es lo que hacen con los gatos. Así, reafirmo mi identidad canina.
 
¿Cuál será el gato del señor Augusto? Nunca lo he visto. Solo recuerdo que una vez que mi papi estaba comprando una bolsa de pan, sentí que algo blanco y peludo se me abalanzó sobre la espalda. Mi papi me jaló la correa y lo que aterrizaba cayó al suelo e inmediatamente después salió disparado por la puerta hacia la calle. Nunca lo llegué a ver bien, pero supongo que debió ser gato ese del que me contó Ringo.
 
Todavía soy joven (a penas tengo un año) y seguramente ya aprenderé qué son los gatos. Por ahora solo conozco (y me gustan) los perros. Cada vez que veo uno, me pongo sonriente y siempre me quiero acercar para jugar moviendo la cola. Algunas veces, mi papi no deja que me acerque a ciertos perros que, como yo, también tiene las orejitas paradas. No sé por qué me lo impide. Debo reconocer que estos perros tienen un comportamiento extraño y no son tan juguetones como los demás que conozco del parque. Cuando me ven, no mueven la cola ni tampoco tienen la intención de venir. Al contrario, se quedan muy quietos. Me miran fijamente, como estando alertas y su postura va cambiando conforme más me aproximo: sus espaldas se doblan, sus colas apuntan hacia el cielo, pareciera que se pararan sobre las puntas de sus patas y sus pelos se erizan. Cuando es de noche, sus ojos brillan. Pero lo más extraño, es que no huelen como los demás perros.
 
Mientras esa metamorfosis se presenta frente a mí, mi cabeza se tuerce un poco de lado al verlos y con mucha curiosidad –siempre sonriente- me sigo acercando e intentando invitarlos a jugar con mi cola que parece un limpiaparabrisas. Pero mi papi me jala de la correa y tengo que alejarme. Entonces, camino en la dirección opuesta del extraño perro, pero sin dejar de mirarlo con intriga. Creo que tal vez ellos tengan la respuesta. Así que apenas pueda, me acercaré a estos perros raros para preguntarles. De repente ellos puedan decirme ¿dónde están los gatos?