En tierras donde la burocracia ahoga al ciudadano. En
tierras donde el poder judicial siempre está en proceso de reforma. En tierras
donde las normas se aplican al cantar de Julio Iglesias («a veces sí a veces no»).
En tierras donde “nadie es inocente hasta que lo demuestre”. En
tierras donde se legitiman los golpes de Estado. En tierras con falta de institucionalidad… En tierras así, la libertad no florecerá ni al cumplir 200 años de vida republicana.
El lunes 21 de octubre se ordenó la prisión
preventiva para Melissa Gonzales Gagliuffi y a finales de la semana pasada el Ministerio
Público abrió proceso disciplinario contra el fiscal que le permitió defenderse
en libertad.
Los vídeos del pasado viernes 11 de octubre parecen
contundentes e incuestionables. La conductora del vehículo fue la única responsable
del atropello y muerte de dos jóvenes y de poner en riesgo la vida de un tercer
accidentado.
Pero ni semejante ofensa al prójimo ya la sociedad justifica que nos olvidemos que hemos nacido en un tiempo y en una tierra donde
se nos reconoce libres de nacimiento. Y tenemos el derecho a permanecer así, hasta que
un juez dicte sentencia condenatoria.
Pero en NUESTRO país, el escándalo popular arrinconó a un gobierno que ha
demostrado tener como principal asesor a los resultados de las encuestas. Y esta
vez le tocó a la joven de 31 años, ser carne para leones. Esta es la herencia
que nos están dejando las prisiones preventivas, celebradas por muchísimos y que fueron dictadas
en perjuicio de ex-presidentes y políticos. Cayeron algunos funcionarios
públicos, comenzando por los de más alto rango. También tocó el turno a los abogados. Y hoy, la amenaza a la libertad descendió hasta el nivel del pueblo que tomó prestado el rostro de Gonzales Gagliuffi (quien, tal vez, alguna vez también dijo “¡bien hecho que la china se vaya presa!”, “cierren el congreso si no hacen nada”, “sancionen a Laive por no vender leche de verdad”,“bajen los precios de la gasolina”, “cierren la mina”...). Mañana podrías ser tú: el mismo que viene festejando una que otra trampilla necesaria
para eludir la norma que nos impide alcanzar nuestros “objetivos como país”.
Las autoridades no deberían ser conducidas por las
temperaturas populares. De acuerdo. Pero no puedo hacer nada para cambiar esa conducta. Solo puedo cambiar lo que está bajo mi control. Y lo único que tengo bajo
mi control es mi propia conducta.
Las nuevas tecnologías y las redes sociales nos abren
un asombroso universo de posibilidades de comunicación. Somos afortunados de contar
con estos espacios en los que podemos hacer que nuestras voces se escuchen (nuestras
voces: no solo “nuestra voz”, sino la de todos). Hace pocos años era imposible considerar
una difusión de ideas en forma independiente, al costo actual y con el mismo alcance
que se tiene hoy en día. Y para mejor suerte: vivimos en un país absolutamente libre
para poder utilizarlas como queramos.
Pero, seamos conscientes: la libertad viene
aparejada con «tolerancia» y «responsabilidad». Si decidimos opinar, tenemos
que tolerar la opinión ajena. Debatir, sin aludir negativamente a los autores
de las ideas opuestas, sino a las ideas mismas. Pero sin perder la pasión. Eso
nos haría menos humanos. Pero esa pasión debe enfocarse en las ideas, no en las
personas. Y tenemos que tener cuidado al compartir información, así sean
chistes o memes (tú también podrías ser viralizado).
La institucionalidad surge desde lo cotidiano. Recuérdalo. Cada
una de nuestras decisiones y de nuestras acciones. Cada papel arrojado al
basurero o al piso; cada semáforo en rojo respetado o ignorado, cada juez
o policía que nos somete a su autoridad o que compramos con favores… en fin cada
una de esas trampillas necesarias para eludir la norma que nos impide lograr lo
que creemos es justo (porque la justicia también la definimos nosotros mismos y
no un juez independiente).
Súmate. Haz patria en tu día-día. Solo tienes que cumplir
con las reglas. ¡Con todas! Hasta las más banales como “solo personal
autorizado” o “por favor guardar silencio”. Y opinemos responsablemente. Principalmente
en las redes sociales. No contribuyamos para que los arqueólogos del futuro identifiquen
estos espacios digitales como el “Circo Romano de inicios del Siglo XXI”.
Tal vez nos parezca que reconducir nuestra propia
conducta es “arar en el desierto”. Una mera acción aislada e insignificante.
Pero no debemos olvidar que las tendencias se inician con el primer click…