jueves, septiembre 29, 2011

Ninguna camiseta vale más que una vida

¿Se imaginan que en un encuentro deportivo los hinchas de un equipo, producto de una violencia insensata, se terminen en convertir en los victimarios del seguidor del equipo rival, al grado de eliminar su vida? Supongan que semejante acto de barbarie injustificable conmueve a la sociedad a tal punto que en los medios ya no aborden más los mismos temas que antes eran considerados noticia (en nuestro caso sería como dejar de hablar de Ciro Castillo… ¿todavía lo recuerdan verdad?). Sigamos con este esmerado esfuerzo de imaginación y alucinemos que la disposición oficial sea que el torneo quedará suspendido. Elucubremos un poco más y tratemos de visualizar como es que después de un tiempo la competencia siguió su curso
En todos lados se cuecen habas... pero desde hace tiempo

¿Les suena familiar? Si alguien pensaba que me refería a la trágica desaparición del hincha aliancista Walter Oyarce (que hoy cumplía sus 24 abriles) en un Palco del Estadio Monumental, se equivocó. Lo que acabo de narrar es lo ocurrido en el año 2009 en el Torneo Metropolitano de Basquetball, en Uruguay.
La violencia deportiva no es exclusiva del Perú… de hecho, es producto de la peruanísima copia de las barras argentinas. Basta con comparar los cánticos del "Comando Sur" y "la Trinchera Norte" con los de los hinchas de Boca Juniors y River Plate, para darnos cuenta del grado de alienación al que hemos llegado desde finales de los años 80, cuando empezaron a surgir las denominadas “barras bravas” en nuestro país.
Tampoco es que la violencia y las muertes en el fútbol sea una cuestión novedosa en nuestro medio. ¿Recuerdan a María Paola Vargas (finada a los 25 años cuando fue lanzada de una combi por barristas de Universitario)?; ¿a los barristas del Sport Boys masacrados en el 2007 por hinchas de Universitario de Deportes durante un partido “amistoso”?;  ¿a José Mayta Torres, “Pepito” (muerto a sus 17 años cuando una bengala cruzó el Estadio Nacional de Lima, después del primer gol del Universitario frente al Unión Minas)?
¿Por qué esperar más "taratas"?

Para la prensa, la historia de Walter en el Monumental ha sido como el atentado de Tarata. Mientras la violencia futbolera se concentró en las tribunas (sobre todo en las populares sur y norte) la noticia no pasaba más allá de efímeras tomas en los programas deportivos del domingo. Como en los años del terrorismo, mientras Sendero estuvo en el campo, se podía vivir con eso. Pero cuando los palcos del Monumental dejaron de ser seguros y se mostraron tan vulnerables como lo fue Lima a principios de los años 90… la cosa cambió.
Si se dan cuenta, los hechos de violencia que ejemplifiqué anteriormente y que tuvieron cierto nivel de cobertura mediática, tienen algo en común: las víctimas no forman parte de los estratos socio-económicos más humildes; y, si lo era -como en el caso de “Pepito”- se trataba de un personaje suculento para la prensa: era un jóven que padecía del síndrome de down.
¿Hasta cuándo vamos esperar que los ocasionales daños a las personas de estratos socio-económico medio, medio-alto o alto, sean el (necesario) detonante para nuestra reacción frente a los males que carcomen el alma de nuestra sociedad y que se manifiestan a diario en las vidas de los más humildes?
Lo que creo, puede ser una solución al problema
Las soluciones que planteo aquí no son mías. La primera, es una solución inmediata y fue la que aplicó la Federación Uruguaya de Básquet en el Torneo Metropolitano en el 2009. La segunda, es una solución más bien mediata, basada en las teorías planteadas por Enrique Ghersi.
Solución inmediata (psico-social):
Confieso que esta es la que más me gusta. En Uruguay lo que se decidió hacer fue reanudar el torneo obligando a los equipos a cambiarse la camiseta entre sí al momento del encuentro. Así, los hinchas del equipo A alentarían por primera vez a los jugadores vestidos con la camiseta del equipo B, y viceversa. Todo esto bajo la sombra de una bien pensada campaña denominada “Ninguna camiseta vale más que una vida”. El mensaje fue contundente.
Para visualizar esta hermosísima, inteligente y creativa solución los invito... no, les ruego que no dejen de ver este video aquí... así podrán visualizar como es que después de un tiempo la competencia siguió su curso...
Solución mediata (económica):
La solución de Ghersi se basa en un sistema de incentivos. En otros deportes donde no hay barras bravas (como fútbol americano en los Estados Unidos) los equipos tienen dueños. Son sociedades mercantiles con accionistas que esperan utilidades. Si los directorios o gerentes de los clubes promueven o permiten el desarrollo de delincuentes, se afecta la viabilidad del negocio en el largo plazo y en la siguiente junta de accionistas se serán despedidos, pues ningún inversionista fomentaría que su actividad económica se vuelva riesgosa y violenta. Pensemos en un momento como es que la privatización de clubes de fútbol europeo se ha ido volviendo la regla en la medida que se ha venido reduciendo la violencia en sus estadios.
Bajo esta lógica se supone que existirían incentivos para controlar las barras en lugar de ¡darles entradas gratis! como lo hacen algunos dirigentes en nuestro medio. Y es que, a los dirigentes nacionales les resulta más provechoso estar bien con la barra que estar bien con los socios de las asociaciones civiles (que no son inversionistas como los accionistas de las corporaciones de fútbol americano, ni se compartan como tales). Al no ver al club como un negocio, sino como una fuente de poder se torna en imprescindible el mantener delincuentes cerca.
Para conocer más detalles sobre esta solución los invito a revisar este artículo aquí.

Para finalizar

Un amigo (que conocía a Walter) me decía que si Lolo Fernández se despertara y viera lo que hacen los hinchas del club que amó tanto, habría decidido alejarse del fútbol. Don Lolo, icono crema que en algún momento también vistió la camiseta blanquiazul, no puede despertar y tomar cartas en el asunto. Pero nosotros sí… la pregunta cae de madura ¿qué vamos a hacer al respecto?

Post-Post: En el fútbol las cábalas son muy importantes. Se han dado cuenta que desde que se inauguró el Estadio Monumental en el 2000, muchas cosas negativas han ido surgiendo entorno a ese escenario. Parece que estuviera maldito: disputas legales entre Gremco y Universitario de Deportes; cortes de luz; propietarios de palcos que casi no han podido disfrutar de algún buen concierto; la selección peruana casi nunca ha ganado en ese escenario; muertes en el palco;  etc… ¿qué le deparará el futuro a este monstruo de cemento?